Víctor Scheppers, sacerdote eminente,
apóstol de la caridad, precursor de la reeducación de la juventud descarriada.
Nació en Malinas (Bélgica) el 25 de abril de 1802, en el seno de una familia
acomodada y profundamente cristiana, en un período turbulento y de grandes
disturbios políticos, militares y sociales. Desde muy joven aprendió a confiar
en la Providencia
que cuida de los hombres y de los acontecimientos, a tener una profunda
devoción a la
Santísima Virgen María, así como una gran comprensión y
generosidad hacia los pobres.
Víctor
Scheppers fue un niño y un joven feliz, fundamentalmente por dos razones:
debido a su carácter alegre y por haber crecido en seno de una familia sana, en
la cual se respiraba un agradable clima humano empapado de fe auténtica, en
donde las relaciones interpersonales entre padres, hijos, hermanos(es el menor
de cuatro hijos: dos hermanas y un hermano), primos, tíos, se vivía de forma
natural y escueta, marcada por momentos de auténtica algarabía, cuando los
parientes se encontraban para celebrar algún evento familiar. Nos relatan las
crónicas, que el carácter de este adolescente, experimenta cierto viraje hacia
una actitud más reflexiva y encerrada, a raíz de tres dramáticos
acontecimientos: a los once años pierde a su hermana mayor (1813). El 7 de
agosto de 1815 muere su mamá y dos años después la otra hermana.
A los 23 años
siente la llamada de Dios que le impulsa practicar la caridad a través del
sacerdocio. Ocurrió en París en 1825, después de una profunda meditación sobre
la vanidad de los honores y de la gloria humana ante el sepulcro de los reyes
de Francia degollados por la revolución, y sobre la desdichada condición en que
la revolución y el imperio napoleónico habían dejado a los obreros y a la gente
del pueblo.
Los principales
protagonistas de las primeras experiencias apostólicas del Padre Víctor, son
los jóvenes y los niños pertenecientes a la clase social más postergada. Según
dicen las crónicas: cuando todavía seminarista, (1830-32), los Superiores,
dándose cuenta de la riqueza interior que lo anima, le dan la misión de enseñar
catequesis a los obreros pobres (entre los cuales se cuentan muchos jóvenes),
que trabajan en los establecimientos de la cuidad de Malinas. Sus palabras,
animadas por un fuerte ardor apostólico, “hacen brecha en los corazones de los
oyentes”.
Cuando ya
sacerdote (recibió el sacramento el 23 de Abril de 1832), el Cardenal Stercks,
Arzobispo de Malinas, le confía la inspección de algunas escuelitas
parroquiales. Esta tarea, afina y profundiza su experiencia; se necesita de
“alguien que se preocupe de ellos con un corazón nuevo”. Esta necesidad de
inventar algo nuevo, que vislumbra el padre Víctor, nos llama a la memoria las
palabras de Juan Pablo II, que en su Carta Apostólica “Novo millennio Ineunte”,
invoca, “nueva imaginación de la caridad”, tal como lo hicieron muchos hombres
y mujeres (en especial los Fundadores y las Fundadoras) a lo largo de la
historia de la Iglesia ,
impulsados por el Espíritu Santo. Tener la certeza de que el Padre Víctor
pertenece a esta categoría de santos “creativos”, es para nuestra comunidad
motivo de “orgullo y desafío” al mismo tiempo.
En Febrero de
1834 adquiere una casa en la calle de Las Beguinas. Este edificio se hace
demoler para instalar allí una escuela.
El 2 de Febrero,
la solemne y emotiva inauguración. La escuela toma el nombre de “María Madre de
la Misericordia ”,
devoción esta muy difundida en Malinas y alrededores. Pueden frecuentarla jóvenes
muy pobres, de doce años en adelante, y, por supuesto, es gratuita. Víctor
redacta un reglamento, y todos los días toma minuciosamente nota de las
actividades realizadas. Horario de clases: durante la semana (para los que
pueden), de 12,30 a
13,30hs. Domingos, de 17,00
a 19,30hs. Además de la formación cultural y religiosa,
se da mucha importancia al sano esparcimiento. El mismo Víctor organiza juegos,
pequeñas obras de teatro, fiestas, animando el canto al compás del violín (que
él mismo suele tocar). Una de las razones fundamentales de estas fiestas
dominicales, es la de alejar de los chicos de la calle. El degrado moral la
falta de valores, el hedonismo exacerbado, no son un invento de ahora: siempre
existieron, manifestándose de forma aguda en determinados momentos históricos,
como, por ejemplo, en las poblaciones de las ciudades de la Bélgica del tiempo del
Padre Víctor, marcadas por la miseria y los trastornos sociales generados a
causa de la nueva era industrial. Y los jóvenes, por supuesto, son los primeros
receptores y víctimas de tan dramática situación.
Una de las grandes plagas de su
tiempo, como sin duda de todos los tiempos, era la situación de los
encarcelados, encerrados en celdas abarrotadas, sufriendo la promiscuidad de
sexos y edades, víctimas de la arbitrariedad de los vigilantes. Para encontrar
a Cristo en las cárceles y ampliar su apostolado caritativo fundó la Congregación de los
Hermanos de Nuestra Señora de la Misericordia , el 25 de enero de 1839. Estos
Hermanos vivían en las prisiones civiles y militares; se ocupaban de las
relaciones humanas con los presos, y asistían a los enfermos en las
enfermerías.
Víctor Scheppers cuidaba muy especialmente la asistencia espiritual de los presos, gracias a lo cual conseguía verdaderos milagros de gracia y conversión, sobre todo durante los retiros espirituales.
Año 1843:
Ducpetiaux propone a su Gobierno la creación de una estructura carcelaria apta
a la reeducación de menores, con miras a evitar todo contacto con convictos
adultos y poder así manejar un proyecto de recuperación y reinserción más
adecuado y eficaz. Víctor Scheppers recibe con entusiasmo mencionada idea,
puesto que, además, sintetiza en una sola obra las dos prioridades de su
Instituto: los presos y los jóvenes.
En 1844 se da comienzo a la experiencia, en la ciudad de San Hubert, con 200 jóvenes, 20 Hermanos y personal laico seleccionado en aras de tan delicada tarea. El Instituto se rige por un reglamento basado en una concepción educativa totalmente innovadora para la época: enseñanza escolar básica, aprendizaje de un oficio, trabajo agrícola adaptado a las posibilidades de los jóvenes. Además, el mismo reglamento prevé la integración entre al ámbito pedagógico y administrativo(a fin de evitar conflictos), y los regímenes alimenticios de los presos. No se habla de “Correccional”, sino de “Casa de Reeducación”, subrayando así la nueva oportunidad brindada a los reclusos de reconstruir una vida digna, a través de una nueva forma de “ser jóvenes”. Y es exactamente la exaltación de la dignidad, la piedra fundamental que sustenta el proyecto pedagógico, y los jóvenes, con agradable sorpresa, lo detectan a través del trato amable y amistoso de los Hermanos.
En 1844 se da comienzo a la experiencia, en la ciudad de San Hubert, con 200 jóvenes, 20 Hermanos y personal laico seleccionado en aras de tan delicada tarea. El Instituto se rige por un reglamento basado en una concepción educativa totalmente innovadora para la época: enseñanza escolar básica, aprendizaje de un oficio, trabajo agrícola adaptado a las posibilidades de los jóvenes. Además, el mismo reglamento prevé la integración entre al ámbito pedagógico y administrativo(a fin de evitar conflictos), y los regímenes alimenticios de los presos. No se habla de “Correccional”, sino de “Casa de Reeducación”, subrayando así la nueva oportunidad brindada a los reclusos de reconstruir una vida digna, a través de una nueva forma de “ser jóvenes”. Y es exactamente la exaltación de la dignidad, la piedra fundamental que sustenta el proyecto pedagógico, y los jóvenes, con agradable sorpresa, lo detectan a través del trato amable y amistoso de los Hermanos.
El ministro
Ducpetiaux, en 1852, a
través de una publicación oficial, rendirá un caluroso homenaje al Padre
Fundador y a la
Congregación por la valiosa aportación y, sobre todo, por los
resultados obtenidos. Bajo pedido del Papa Pío IX, los Hermanos llegan a Italia
en 1854 para hacerse cargo de las cárceles del Estado Pontificio. Emplearán el
mismo método de Sant Hubert: la amistad y la confianza recíproca entre
religiosos y jóvenes reclusos, cunde a la brevedad. Los Religiosos, en alguna
circunstancia, toman posición frente a la autoridad carcelaria que utiliza a
veces métodos represivos que humillan la dignidad de los chicos, logrando
notables mejorías. Estos gestos (innovadores en esa época en un ambiente
carcelario) no pasan desapercibidos: los jóvenes, (tal vez)por primera vez,
descubren en estos Religiosos (no mucho mayores que ellos en edad) el
significado de “sentirse amados”.
En Inglaterra, donde los Hermanos llegarán en 1855, se repetirá la misma feliz experiencia que beneficiará a los jóvenes presos católicos, hasta entonces recluidos en cárceles anglicanas.
En Inglaterra, donde los Hermanos llegarán en 1855, se repetirá la misma feliz experiencia que beneficiará a los jóvenes presos católicos, hasta entonces recluidos en cárceles anglicanas.
Ya
que Dios prueba con el sufrimiento a sus hijos predilectos, Víctor Scheppers
completó su acto de amor a Dios con el martirio del sufrimiento. Durante 10
años padeció una dolorosa enfermedad, que le llevaba muchas veces al extremo de
sus fuerzas.
No
obstante, siguió dirigiendo su Congregación y, en los momentos de alivio,
visitaba a los jóvenes de sus escuelas.
Su
muerte fué el último acto de fe y de amor en su vida terrena. En presencia de
sus Hermanos muere recitando el "Sub tuum praesidium", encomendándose
a la Madre de la Misericordia. Era
el 7 de mayo de 1877.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarPadre Víctor eres una deuda entre nosotros, inspíranos y Ayúdanos a profundizar en tu vida para dar a conocer con mayor fervor el carisma de la Misericordia y tu lugar en el camino de la Santidad. Amén
ResponderEliminarQue consigna nos dejo el padre victor ??
ResponderEliminarme gusto :)
ResponderEliminarTan actual.Necesitamos muchos padres Víctor para infudir su santidad y que iluminen un verdadeo camino de servicio.
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