miércoles, 22 de agosto de 2012

El hermano Roberto Piccolo acerca del fundador de la Congregación


El hermano Roberto Piccolo, Superior General de 1994 a 2006 rindió homenaje en un discurso festivo a nuestro fundador y nos llamó a un compromiso continuo. Para todos los que son favorables al proyecto educativo según el espíritu de Víctor Scheppers, copiamos aquí la traducción de este discurso. Son unas palabras de inspiración, afirmación y aliento al principio de este siglo XXI.


Me complazco en saludar a un gran amigo, Su Excelencia Monseñor Luc Van Looy, obispo de Gante, y le estoy agradecido porque su presencia da más esplendor y sentido a la celebración del 125º aniversario de la fundación del instituto Scheppers en Wetteren.

Saludo al Superior Provincial el Hermano Kristiaan Delvigne y a todos los hermanos. También un saludo y unas gracias al director, el señor De Lepeleire, para la invitación que me permite participar a esta celebración.

También saludo a Ustedes, los profesores del instituto Scheppers, ¡que son los “móviles” de esta realización espléndida!

Un saludo muy especial a vosotros, los jóvenes, que son los protagonistas de estos acontecimientos escolares. También saludo a todas las familias, que han hecho confianza en este centro educativo, que desde hace 125 años sigue dedicándose cada vez más a la formación de los adultos del futuro.

Discúlpenme, por favor, que no sepa expresarme en su lengua materna, pero las técnicas modernas les dan la posibilidad de seguir estas consideraciones mías que humildemente les presento.

Hoy día la existencia de una escuela católica es más que nunca necesaria, sobre todo en nuestro Mundo Occidental. Hoy tenemos que afrontar, con coraje y competencia, los grandes cambios que nos están imponiendo la educación y la transmisión de conocimiento. Por ejemplo, ¿cómo reaccionar de manera adecuada a una “globalización” que inevitablemente entra cada vez más en el campo de la enseñanza.

¿Cómo dominar los cambios radicales ocasionados en las escuelas por la aplicación de las nuevas tecnologías, en particular la informática?

¿Cómo contestar las preguntas abiertas preocupantes sobre las incertitudes acerca de la bioética y del medio ambiente?

¿Cómo responder de manera adecuada al riesgo concreto de que el desarrollo científico y técnico ocasione una cierta "despersonalización" y masificación del individuo?

Por causa de problemas familiares, a veces dramáticos, muchos jóvenes, en nuestro tiempo, están abandonados y se quedan solitarios. Pues van a buscar otro punto de apoyo y, por desgracia, las más de las veces, se dejan llevar del torbellino de drogas, de sexo, de la sociedad de consumo.

Son víctimas de la mentalidad de: “Utiliza e tira.”

Muy a menudo los jóvenes del llamado “primer mundo” son más pobres que aquéllos del tercer mundo. Sufren de una pobreza moral y espiritual que, las más de las veces, es, para nosotros, educadores, un desafío muy serio, a saber ¿cómo hacer frente a esa situación en un ambiente social y cultural en que predomina la lógica suprema al beneficio económico y al provecho en perjuicio del otro?

Hoy día el educador, y sobre todo el educador que da clases en una escuela católica, tiene que estar preparado y ser capable de tener una visión de 360 grados. Esto supone una formación continua, una gran apertura moral, la disposición de ser un "distribuidor de humanidad" y no sólo un experto en la didáctica.

Acompañar un niño, alguien que crece, un joven en su camino personal del aprendizaje y de la apertura a la vida y al mundo, significa – cada día – ocuparse de pequeñas cuestiones particulares; significa "perder tiempo" con él y para él; significa hacerle entender que lo queremos de veras y que le deseamos lo mejor.

Darse cuenta de esta realidad implica la tarea irrevocable de ser  los maestros de una humanidad verdadera; implica la necesidad de seguir a estos jóvenes en su desarrollo, quererlos y servirles de punto de apoyo. Todo esto supone una preparación sólida, un gran equilibrio, una gran riqueza humana, supone demostrar con la propia vida lo que es el verdadero sentido de nuestra condición humana y nuestra vida cristiana.

En este momento histórico tengo una invitación especial para vosotros, profesores: intenten encarnar el carisma de Víctor Scheppers, que es el carisma de la misericordia. Es decir: el don de poder ofrecer su corazón a los más pobres. Intenten ofrecer a todos, pero en particular a los más necesitados – en sentido moral, espiritual y material – los frutos de su tarea social, de su pericia, de sus experiencias familiares y de sus experiencias de ciudadano.

Los hermanos de la congregación, también los mayores entre ellos, les ofrecen sus calidades personales, el don profético de la ordenación, su testimonio religioso, su formación sólida según el carisma del fundador, la acogida cordial en su comunidad; su capital espiritual y material.

Ahora me dirijo en particular a los laicos que forman parte de la dirección de la escuela. Que tengan una visión, que sean capaces de representar y propagar los valores de justicia y solidaridad y de ser sus testigos. Que sepan estimular al cuerpo docente, a los alumnos y a sus familias para que escojan estos valores de la vida.

Ustedes, más que todos los otros, deben transmitir el carisma de Scheppers en esta comunidad de escuelas avivando y viviendo con optimismo y confianza la espiritualidad apostólica de la misericordia.

En este punto quiero, en nombre de toda la congregación, darles las gracias al Superior Provincial y al Consejo Provincial de Flandes que, con una intuición profética, han constituido una comisión, compuesta de cinco laicos y dos hermanos, con la tarea de vigilar que el espíritu del fundador, Víctor Scheppers, esté presente y activo entre todos los que, con la finalidad de formar los adultos de mañana, están empleados, cualquiera sea la tarea, en nuestra obra educativa de Flandes.

Fe, esperanza y caridad son las virtudes espirituales que sintetizan muy bien la personalidad de Víctor Scheppers y que deben estimularnos continuamente. Todos debemos sentirnos interesados por conocer y fortalecer su perfil de educador. Un perfil que se manifiesta en gran medida en el método preventivo, que debe preferirse al método represivo.

Entender la personalidad y el espíritu de Víctor Scheppers significa tener fe, convencerse que es Dios quien hace todo y trabajar al servicio de Dios.

Fortaleza, prudencia y humildad son las tres virtudes morales de Scheppers, que caracterizan el amor por los pobres y los jóvenes y que enseñan que debemos sentirnos instrumentos de Dios.

Queridos amigos, si nuestra tarea de educador, de educador cristiano, se desarrolla en este sentido, llevaremos a cabo – Víctor Scheppers siendo nuestro guía – en este momento histórico lo que pudo realizar él con fortaleza y esfuerzo en su tiempo. También hoy – hoy aún más que nunca – Víctor Scheppers ruega a cada uno que nos sintamos instrumentos humildes en las manos de Dios; instrumentos que se dedican en un espíritu de sacrificio a realizar cotidianamente el programa que caracteriza este instituto desde hace 125 años: ¡ En honor de Dios y al servicio del prójimo!

martes, 21 de agosto de 2012

El impacto de Víctor en la gente luego de su muerte


Funeral de Scheppers

Víctor Scheppers sobreviviría a sus primeros discípulos hasta el 7 de marzo de 1877. Lo sepultaron en el cementerio de Walem, donde había mandado construir un panteón familial para sus padres.

El funeral fue una ceremonia impresionante y triste. Según los periódicos, no se había celebrado tal funeral en Malinas desde hace el funeral del cardenal Sterckx.

Para honrar y mantener viva la memoria de Víctor Scheppers, los antiguos alumnos decidieron construir un mausoleo de mármol blanco.

La congregación honró su nombre y lo mantuvo vivo de varias maneras. Víctor Scheppers desempeñó un papel importante en la congregación. A duras penas y con la ayuda de los directores de las sucursales, pudo desempeñar toda su vida la función de superior general y elegir él mismo a sus asistentes. En su vida Víctor Scheppers ya era reconocido y venerado en varias circunstancias.

Los hermanos estimularon además un clima de conservación respetuosa de todo lo que podía recordar al fundador. Se conservaron cuidadosamente cartas y objetos, sin olvidar lo que se encontró en la casa de sus padres o en su vivienda.

En los aniversarios de la congregación, las reuniones de antiguos alumnos y las fiestas escolares no faltaron las referencias al fundador. Los adeptos esperaron su santificación y por eso se dedicaron aún más.

El siglo 20 también conoció algunas celebraciones. La poeta flamenca Alice Nahon (1896 – 1933), que fue muy popular en los años 1920, escribió un poema en honor de Víctor Scheppers con motivo del 75º aniversario del instituto Scheppers en 1927. Este poema se difundió en una edición particular y figura también en el libro conmemorativo.

Algunas circunstancias explican porqué esta poeta joven participó en las celebraciones del aniversario. A fines de 1926, al regresar después de una larga estancia al extranjero, Alicia Nahon fue nombrada bibliotecaria de la biblioteca municipal de Malinas.

Frecuentó los círculos literarios, donde conoció a algunos hermanos y antiguos alumnos, por ejemplo el hermano Abel Joosten (seudónimo Albe).

Una composición escolar de 1939 hace mención de la celebración del centenario de la congregación.

Cien años

"Cien años han transcurrido desde la fundación de la Congregación de los Hermanos de Nuestra Señora de la Misericordia. Hace cien años que Monseñor Scheppers fundó su noble obra, de manera humilde y lleno de esperanza."

"Y ahora: ¡cómo debe alegrarse mirando a sus hijos, sus fieles adeptos, que le han seguido, que han seguido sus sabios consejos y sus santas prescripciones; los que ahora se dedican en varios paises a la educación de los jóvenes!"

Después de la segunda guerra mundial la fe seguía profesándose en el ambiente de la Iglesia triunfante y de la Acción Católica.

Un año de celebraciones

En este ambiente se explica el cortejo y el homenaje floral realizados con ocasión del traslado de los restos mortales de Víctor Scheppers de Walem a la capilla funeraria en Malinas.

El año 1952 fue un año festivo excepcional. En su discurso de ocasión el cardenal Van Roey mencionó que la memoria de Víctor Scheppers siempre estaba viva, que muchos seguían su ejemplo y vivían según lo que había enseñado.

Triple celebración

Como era de costumbre la congregación unió diversos motivos para celebrar: la conmemoración de la muerte del fundador, su nacimiento y el centenario del Instituto de Scheppers.

Todas aquellas celebraciones y aquel esplendor tenían un solo gran objetivo: la beatificación del venerado fundador. El anuncio del traslado de sus restos mortales no ocultaba este objetivo.


Cortejo y homenaje floral







El cortejo solemne era la expresión de la veneración de Víctor Scheppers y de la presencia explícita de la congregación y sus escuelas en la vida social.

"Millares de alumnos se habían puesto con banderines y flores de ambos lados de la avenida y saludaron respetuosamente. Después de que seis hermanos habían puesto los restos mortales sobre una carroza, Monseñor De Smedt leyó las oraciones litúrgicas. Entre tanto la multitud miraba con recogimiento y respeto.

Acompañado por el sonido solemne de la campana majestuosa "Salvador" y por el carillón, el cortejo triunfante se puso en marcha por la calle Santa Caterina, donde la mayoría de las casas estaban decoradas. Una multitud impresionante se empujaba por saludar los restos mortales de un gran amigo del pueblo."
El 16 de marzo de 1987 el papa Juan Pablo II declaró a Víctor Scheppers venerable. Para los hermanos era una confirmación de su convicción y una recompensa de sus numerosos esfuerzos con el fin de obtener la beatificación.

Orgulloso, el hermano Richard escribió: De ahora en adelante Víctor Scheppers figura, al lado del sacerdote Poppe de Moerzeke, el padre Damián de Tremelo y el padre Valentín de Hasselt, en la lista de Venerables de nuestro país.
  
Se venera y se invoca el Venerabile V.J.B.C.  Scheppers sobre todo al lado de su sepultura en el instituto Scheppers en Malinas 

En 1989, con motivo del 150o aniversario de la congregación, las escuelas acentuaron una vez más su apego a Víctor Scheppers. Sin embargo el libro conmemorativo que se publicó en diversas lenguas, menciona en primer lugar las celebraciones en Italia.








La nueva capilla con el sepulcro de Víctor Scheppers en el Instituto Scheppers.






Biografía del padre Víctor



Víctor Scheppers, sacerdote eminente, apóstol de la caridad, precursor de la reeducación de la juventud descarriada. Nació en Malinas (Bélgica) el 25 de abril de 1802, en el seno de una familia acomodada y profundamente cristiana, en un período turbulento y de grandes disturbios políticos, militares y sociales. Desde muy joven aprendió a confiar en la Providencia que cuida de los hombres y de los acontecimientos, a tener una profunda devoción a la Santísima Virgen María, así como una gran comprensión y generosidad hacia los pobres.
 Víctor Scheppers fue un niño y un joven feliz, fundamentalmente por dos razones: debido a su carácter alegre y por haber crecido en seno de una familia sana, en la cual se respiraba un agradable clima humano empapado de fe auténtica, en donde las relaciones interpersonales entre padres, hijos, hermanos(es el menor de cuatro hijos: dos hermanas y un hermano), primos, tíos, se vivía de forma natural y escueta, marcada por momentos de auténtica algarabía, cuando los parientes se encontraban para celebrar algún evento familiar. Nos relatan las crónicas, que el carácter de este adolescente, experimenta cierto viraje hacia una actitud más reflexiva y encerrada, a raíz de tres dramáticos acontecimientos: a los once años pierde a su hermana mayor (1813). El 7 de agosto de 1815 muere su mamá y dos años después la otra hermana.
A los 23 años siente la llamada de Dios que le impulsa practicar la caridad a través del sacerdocio. Ocurrió en París en 1825, después de una profunda meditación sobre la vanidad de los honores y de la gloria humana ante el sepulcro de los reyes de Francia degollados por la revolución, y sobre la desdichada condición en que la revolución y el imperio napoleónico habían dejado a los obreros y a la gente del pueblo.
Los principales protagonistas de las primeras experiencias apostólicas del Padre Víctor, son los jóvenes y los niños pertenecientes a la clase social más postergada. Según dicen las crónicas: cuando todavía seminarista, (1830-32), los Superiores, dándose cuenta de la riqueza interior que lo anima, le dan la misión de enseñar catequesis a los obreros pobres (entre los cuales se cuentan muchos jóvenes), que trabajan en los establecimientos de la cuidad de Malinas. Sus palabras, animadas por un fuerte ardor apostólico, “hacen brecha en los corazones de los oyentes”.


Cuando ya sacerdote (recibió el sacramento el 23 de Abril de 1832), el Cardenal Stercks, Arzobispo de Malinas, le confía la inspección de algunas escuelitas parroquiales. Esta tarea, afina y profundiza su experiencia; se necesita de “alguien que se preocupe de ellos con un corazón nuevo”. Esta necesidad de inventar algo nuevo, que vislumbra el padre Víctor, nos llama a la memoria las palabras de Juan Pablo II, que en su Carta Apostólica “Novo millennio Ineunte”, invoca, “nueva imaginación de la caridad”, tal como lo hicieron muchos hombres y mujeres (en especial los Fundadores y las Fundadoras) a lo largo de la historia de la Iglesia, impulsados por el Espíritu Santo. Tener la certeza de que el Padre Víctor pertenece a esta categoría de santos “creativos”, es para nuestra comunidad motivo de “orgullo y desafío” al mismo tiempo. 
En Febrero de 1834 adquiere una casa en la calle de Las Beguinas. Este edificio se hace demoler para instalar allí una escuela.


El 2 de Febrero, la solemne y emotiva inauguración. La escuela toma el nombre de “María Madre de la Misericordia”, devoción esta muy difundida en Malinas y alrededores. Pueden frecuentarla jóvenes muy pobres, de doce años en adelante, y, por supuesto, es gratuita. Víctor redacta un reglamento, y todos los días toma minuciosamente nota de las actividades realizadas. Horario de clases: durante la semana (para los que pueden), de 12,30 a 13,30hs. Domingos, de 17,00 a 19,30hs. Además de la formación cultural y religiosa, se da mucha importancia al sano esparcimiento. El mismo Víctor organiza juegos, pequeñas obras de teatro, fiestas, animando el canto al compás del violín (que él mismo suele tocar). Una de las razones fundamentales de estas fiestas dominicales, es la de alejar de los chicos de la calle. El degrado moral la falta de valores, el hedonismo exacerbado, no son un invento de ahora: siempre existieron, manifestándose de forma aguda en determinados momentos históricos, como, por ejemplo, en las poblaciones de las ciudades de la Bélgica del tiempo del Padre Víctor, marcadas por la miseria y los trastornos sociales generados a causa de la nueva era industrial. Y los jóvenes, por supuesto, son los primeros receptores y víctimas de tan dramática situación.
Una de las grandes plagas de su tiempo, como sin duda de todos los tiempos, era la situación de los encarcelados, encerrados en celdas abarrotadas, sufriendo la promiscuidad de sexos y edades, víctimas de la arbitrariedad de los vigilantes. Para encontrar a Cristo en las cárceles y ampliar su apostolado caritativo fundó la Congregación de los Hermanos de Nuestra Señora de la Misericordia, el 25 de enero de 1839. Estos Hermanos vivían en las prisiones civiles y militares; se ocupaban de las relaciones humanas con los presos, y asistían a los enfermos en las enfermerías.

Víctor Scheppers cuidaba muy especialmente la asistencia espiritual de los presos, gracias a lo cual conseguía verdaderos milagros de gracia y conversión, sobre todo durante los retiros espirituales.


Año 1843: Ducpetiaux propone a su Gobierno la creación de una estructura carcelaria apta a la reeducación de menores, con miras a evitar todo contacto con convictos adultos y poder así manejar un proyecto de recuperación y reinserción más adecuado y eficaz. Víctor Scheppers recibe con entusiasmo mencionada idea, puesto que, además, sintetiza en una sola obra las dos prioridades de su Instituto: los presos y los jóvenes.

En 1844 se da comienzo a la experiencia, en la ciudad de San Hubert, con 200 jóvenes, 20 Hermanos y personal laico seleccionado en aras de tan delicada tarea. El Instituto se rige por un reglamento basado en una concepción educativa totalmente innovadora para la época: enseñanza escolar básica, aprendizaje de un oficio, trabajo agrícola adaptado a las posibilidades de los jóvenes. Además, el mismo reglamento prevé la integración entre al ámbito pedagógico y administrativo(a fin de evitar conflictos), y los regímenes alimenticios de los presos. No se habla de “Correccional”, sino de “Casa de Reeducación”, subrayando así la nueva oportunidad brindada a los reclusos de reconstruir una vida digna, a través de una nueva forma de “ser jóvenes”. Y es exactamente la exaltación de la dignidad, la piedra fundamental que sustenta el proyecto pedagógico, y los jóvenes, con agradable sorpresa, lo detectan a través del trato amable y amistoso de los Hermanos.
El ministro Ducpetiaux, en 1852, a través de una publicación oficial, rendirá un caluroso homenaje al Padre Fundador y a la Congregación por la valiosa aportación y, sobre todo, por los resultados obtenidos. Bajo pedido del Papa Pío IX, los Hermanos llegan a Italia en 1854 para hacerse cargo de las cárceles del Estado Pontificio. Emplearán el mismo método de Sant Hubert: la amistad y la confianza recíproca entre religiosos y jóvenes reclusos, cunde a la brevedad. Los Religiosos, en alguna circunstancia, toman posición frente a la autoridad carcelaria que utiliza a veces métodos represivos que humillan la dignidad de los chicos, logrando notables mejorías. Estos gestos (innovadores en esa época en un ambiente carcelario) no pasan desapercibidos: los jóvenes, (tal vez)por primera vez, descubren en estos Religiosos (no mucho mayores que ellos en edad) el significado de “sentirse amados”.

En Inglaterra, donde los Hermanos llegarán en 1855, se repetirá la misma feliz experiencia que beneficiará a los jóvenes presos católicos, hasta entonces recluidos en cárceles anglicanas. 



Ya que Dios prueba con el sufrimiento a sus hijos predilectos, Víctor Scheppers completó su acto de amor a Dios con el martirio del sufrimiento. Durante 10 años padeció una dolorosa enfermedad, que le llevaba muchas veces al extremo de sus fuerzas.
No obstante, siguió dirigiendo su Congregación y, en los momentos de alivio, visitaba a los jóvenes de sus escuelas.
Su muerte fué el último acto de fe y de amor en su vida terrena. En presencia de sus Hermanos muere recitando el "Sub tuum praesidium", encomendándose a la Madre de la Misericordia. Era el 7 de mayo de 1877.
La Iglesia reconoció la heroicidad de sus virtudes el 16 de marzo de 1987.