El
hermano Roberto Piccolo, Superior General de 1994 a 2006 rindió homenaje
en un discurso festivo a nuestro fundador y nos llamó a un compromiso continuo.
Para todos los que son favorables al proyecto educativo según el espíritu de
Víctor Scheppers, copiamos aquí la traducción de este discurso. Son unas
palabras de inspiración, afirmación y aliento al principio de este siglo XXI.
Me complazco en saludar a un gran amigo, Su Excelencia Monseñor
Luc Van Looy, obispo de Gante, y le estoy agradecido porque su presencia da más
esplendor y sentido a la celebración del 125º aniversario de la fundación del
instituto Scheppers en Wetteren.
Saludo al Superior Provincial el Hermano Kristiaan Delvigne y a
todos los hermanos. También un saludo y unas gracias al director, el señor De
Lepeleire, para la invitación que me permite participar a esta celebración.
También saludo a Ustedes, los profesores del instituto Scheppers,
¡que son los “móviles” de esta realización espléndida!
Un saludo muy especial a vosotros, los jóvenes, que son los
protagonistas de estos acontecimientos escolares. También saludo a todas las
familias, que han hecho confianza en este centro educativo, que desde hace 125
años sigue dedicándose cada vez más a la formación de los adultos del futuro.
Discúlpenme, por favor, que no sepa expresarme en su lengua
materna, pero las técnicas modernas les dan la posibilidad de seguir estas
consideraciones mías que humildemente les presento.
Hoy día la existencia de una escuela católica es más que nunca
necesaria, sobre todo en nuestro Mundo Occidental. Hoy tenemos que afrontar,
con coraje y competencia, los grandes cambios que nos están imponiendo la
educación y la transmisión de conocimiento. Por ejemplo, ¿cómo reaccionar de
manera adecuada a una “globalización” que inevitablemente entra cada vez más en
el campo de la enseñanza.
¿Cómo dominar los cambios radicales ocasionados en las escuelas
por la aplicación de las nuevas tecnologías, en particular la informática?
¿Cómo contestar las preguntas abiertas preocupantes sobre las
incertitudes acerca de la bioética y del medio ambiente?
¿Cómo responder de manera adecuada al riesgo concreto de que el
desarrollo científico y técnico ocasione una cierta "despersonalización"
y masificación del individuo?
Por causa de problemas familiares, a veces dramáticos, muchos
jóvenes, en nuestro tiempo, están abandonados y se quedan solitarios. Pues van
a buscar otro punto de apoyo y, por desgracia, las más de las veces, se dejan
llevar del torbellino de drogas, de sexo, de la sociedad de consumo.
Son víctimas de la mentalidad de: “Utiliza e tira.”
Muy a menudo los jóvenes del llamado “primer mundo” son más pobres
que aquéllos del tercer mundo. Sufren de una pobreza moral y espiritual que,
las más de las veces, es, para nosotros, educadores, un desafío muy serio, a
saber ¿cómo hacer frente a esa situación en un ambiente social y cultural en
que predomina la lógica suprema al beneficio económico y al provecho en
perjuicio del otro?
Hoy día el educador, y sobre todo el educador que da clases en una
escuela católica, tiene que estar preparado y ser capable de tener una visión
de 360 grados. Esto supone una formación continua, una gran apertura moral, la
disposición de ser un "distribuidor de humanidad" y no sólo un experto
en la didáctica.
Acompañar un niño, alguien que crece, un joven en su camino
personal del aprendizaje y de la apertura a la vida y al mundo, significa –
cada día – ocuparse de pequeñas cuestiones particulares; significa "perder
tiempo" con él y para él; significa hacerle entender que lo queremos de
veras y que le deseamos lo mejor.
Darse cuenta de esta realidad implica la tarea irrevocable de
ser los maestros de una humanidad verdadera; implica la necesidad de
seguir a estos jóvenes en su desarrollo, quererlos y servirles de punto de
apoyo. Todo esto supone una preparación sólida, un gran equilibrio, una gran
riqueza humana, supone demostrar con la propia vida lo que es el verdadero
sentido de nuestra condición humana y nuestra vida cristiana.
En este momento histórico tengo una invitación especial para
vosotros, profesores: intenten encarnar el carisma de Víctor Scheppers, que es
el carisma de la misericordia. Es decir: el don de poder ofrecer su corazón a
los más pobres. Intenten ofrecer a todos, pero en particular a los más
necesitados – en sentido moral, espiritual y material – los frutos de su tarea
social, de su pericia, de sus experiencias familiares y de sus experiencias de
ciudadano.
Los hermanos de la congregación, también los mayores entre ellos,
les ofrecen sus calidades personales, el don profético de la ordenación, su
testimonio religioso, su formación sólida según el carisma del fundador, la
acogida cordial en su comunidad; su capital espiritual y material.
Ahora me dirijo en particular a los laicos que forman parte de la
dirección de la escuela. Que tengan una visión, que sean capaces de representar
y propagar los valores de justicia y solidaridad y de ser sus testigos. Que
sepan estimular al cuerpo docente, a los alumnos y a sus familias para que
escojan estos valores de la vida.
Ustedes, más que todos los otros, deben transmitir el carisma de
Scheppers en esta comunidad de escuelas avivando y viviendo con optimismo y
confianza la espiritualidad apostólica de la misericordia.
En este punto quiero, en nombre de toda la congregación, darles
las gracias al Superior Provincial y al Consejo Provincial de Flandes que, con
una intuición profética, han constituido una comisión, compuesta de cinco
laicos y dos hermanos, con la tarea de vigilar que el espíritu del fundador,
Víctor Scheppers, esté presente y activo entre todos los que, con la finalidad
de formar los adultos de mañana, están empleados, cualquiera sea la tarea, en
nuestra obra educativa de Flandes.
Fe, esperanza y caridad son las virtudes espirituales que
sintetizan muy bien la personalidad de Víctor Scheppers y que deben
estimularnos continuamente. Todos debemos sentirnos interesados por conocer y
fortalecer su perfil de educador. Un perfil que se manifiesta en gran medida en
el método preventivo, que debe preferirse al método represivo.
Entender la personalidad y el espíritu de Víctor Scheppers
significa tener fe, convencerse que es Dios quien hace todo y trabajar al
servicio de Dios.
Fortaleza, prudencia y humildad son las tres virtudes morales de
Scheppers, que caracterizan el amor por los pobres y los jóvenes y que enseñan
que debemos sentirnos instrumentos de Dios.
Queridos amigos, si nuestra tarea de educador, de educador
cristiano, se desarrolla en este sentido, llevaremos a cabo – Víctor Scheppers
siendo nuestro guía – en este momento histórico lo que pudo realizar él con
fortaleza y esfuerzo en su tiempo. También hoy – hoy aún más que nunca – Víctor
Scheppers ruega a cada uno que nos sintamos instrumentos humildes en las manos
de Dios; instrumentos que se dedican en un espíritu de sacrificio a realizar
cotidianamente el programa que caracteriza este instituto desde hace 125 años:
¡ En honor de Dios y al servicio del prójimo!